domingo, octubre 20, 2013

En la era del acceso

A los humanos nos gusta clasificar para simplificar. 
Clasificamos plantas, clasificamos animales, clasificamos personalidades, y también la historia. Todos hemos aprendido que la historia de la humanidad se divide primero en "edades". Al inicio según los recursos instrumentales (la edad de piedra, la edad de bronce) y luego por la evolución de la cultura (edad antigua, edad media, etc.). Sin embargo no logramos ponernos de acuerdo en el estado actual de la humanidad. Algunos dicen que ya estamos en la post-modernidad, otros que no. Se ha convertido en un debate filosófico de intelectuales que parece alejado de la realidad de los simples mortales.
Creo que esto es porque hemos elegido una clasificación de la historia basada solamente en hechos que son relevantes para la cultura occidental: la caída de Bizancio, el descubrimiento de América, la Revolución Francesa. Hitos históricos sin dudas, pero que no han constituido un único eje de cambio de la humanidad.
Es por eso que creo más interesante una división que nos permite comprender los cambios y la evolución de toda la humanidad, incluyendo nuestra propia situación contemporánea. En esa división hay 3 simples ejes que no son episodios históricos puntuales: la introducción de la escritura, la introducción de la imprenta, la introducción de Internet.

Desde nuestra realidad de todos los días muchas veces no llegamos a comprender la importancia de la introducción de la escritura. Sin escritura no hay historia sino leyendas, no hay información sino sólo opinión, no hay acceso a las verdaderas fuentes del pensamiento sino solamente a las versiones orales que se hayan mantenido de ella. 
Hasta la introducción de la escritura no tenemos verdadero relato histórico, sino solo tradición oral. Es decir el relato de boca en boca de los acontecimientos significativos ocurridos hace años, el origen de lo que llamamos "leyendas". No son verdad ni mentira. Son historia interpretada según las categoría de quienes transmiten el relato. Un pueblo sin historia construye su futuro en base a leyendas y versiones, un cimiento poco firme para la aventura del ser humano. La escritura ha permitido que lleguen hasta nosotros legados culturales que de otra forma muy posiblemente se hubieran perdido: la Biblia, el Bhagavad Gita, el Popol Vuh, la Epopeya de Gilgamesh. Todos de origen oral, pero preservados por la escritura.
La escritura permite que nos enriquezcamos con la sabiduría de quienes nos precedieron, independientemente de la distancia en el tiempo y sin estar sometidos a versiones o interpretaciones. Paralelamente, la escritura dio origen a un mayor refinamiento de la lengua y a la aparición de una nueva forma de arte: la literatura.
Con la introducción de la escritura aparecieron también nuevos roles en la sociedad: el de los escribas y los lectores. Los que prestaban a los simples mortales el servicio de acceder a la escritura cuando no tenían las habilidades necesarias para hacerlo por sí mismos. Pero en principio leer y escribir no era un sinónimo de poder ya que era limitada la información que estaba por escrito.

La introducción de la imprenta vino a cambiar eso. La imprenta hizo posible que las copias de las obras escritas se multiplicaran por miles y en algunos casos millones. Al multiplicarse el texto escrito, se hizo más accesible, más popular, y entonces poco a poco las masas de la sociedad fueron adquiriendo la posibilidad de acceder de modo directo a las fuentes del pensamiento.
A partir de la introducción de la imprenta ya no sólo se rompían los límites del tiempo para preservar el pensamiento, sino también los límites de la geografía. Los criollos en América podían leer a los librepensadores europeos sin necesidad de viajar y conocerlos en persona. Aparecieron los libros impresos, los pasquines, periódicos, revistas, etc. En la medida en que el texto impreso estaba disponible se hizo cada vez más importante saber leer y escribir.
Con esto también cambiaron las relaciones de poder y económicas en la sociedad. Aparecieron nuevos negocios: las editoriales, los libreros y los sistemas de distribución. También cambió el balance político, leer y escribir posibilitaba acceder de modo directo a las fuentes del pensamiento y a la documentación, con lo que ya dejó de ser un oficio para convertirse en una capacidad básica para quienes participaban en la toma de decisiones. La alfabetización es desde ese momento una necesidad elemental en la educación, y básica para la formación de un ciudadano que además comienza a tener capacidad de decisión creciente en el orden social.
Leer y escribir es desde entonces una capacidad básica para el ejercicio del poder.

Hace ya 50 años, a nivel global comenzó a gestarse un fenómeno nuevo: Internet. Una red global que conecta a todo el planeta, la autopista de la información como la han llamado algunos. 
Un fenómeno único en la historia de la humanidad: la infraestructura de comunicaciones de uso público más grande y más costosa de la historia de la humanidad. Una infraestructura que nos permite hoy realizar una reunión en tiempo real (con imagen, sonido y compartiendo documentación) entre personas físicamente ubicadas en lugares tan distantes como Buenos Aires, Londres, Beijing, Tokio y la Estación Espacial Orbital. Que posibilita acceder a la información que genera un robot (el Curiosity) que está explorando la información de Marte desde hace 14 meses, a miles de millones de personas en cualquier lugar del globo.
No estoy refiriendo una obra de ciencia ficción de Isaac Asimov o de Ray Bradbury. Esto es una realidad diaria. 
Esto cambia muchas cosas en nuestra vida de todos los días. Ahora no estamos limitados a que un periódico local nos relate lo que piensan en Uruguay de Argentina, simplemente puedo leer en línea los diarios uruguayos y los comentarios de sus lectores. Para conocer la geografía del planeta ya no dependo de un manual de geografía con mapas más o menos precisos y algunas fotos; puedo acceder a cartografía precisa, en 3D, con imágenes satelitales y fotografías tomadas por millones de pesonas en el planeta, y puedo recorrer las calles de una ciudad asiática desde la pantalla de un dispositivo de comunicaciones inalámbrico (tablet) en cualquier lugar que me encuentre. Puedo visitar y leer obras en las principales bibliotecas del mundo, recorrer los más grandes museos; todo al alcance de mi mano con la única condición de acceder a recursos de tecnología mínimos y nada extraordinarios.
Esto es lo que está cambiando nuestra economía y nuestra política.
Por este motivo es que alrededor del mundo millones de personas reclaman el "acceso" (así llaman a la posibilidad de acceder a Internet) como un derecho básico; es por lo que millones también luchan por la libertad de acceso a la información. Es lo que está cambiando las relaciones de poder y la economía. Hay nuevos negocios, hay nuevas formas de generar conocimientos, hay nuevas maneras de participar. Pero tenemos que tener acceso.
Así como a fines del siglo diecinueve el analfabetismo era el límite para el desarrollo de las repúblicas y la implantación de las democracias del siglo veinte; el acceso será posiblemente el límite a vencer por nuestras sociedades en el desarrollo de este siglo veintiuno.
Un límite complejo en una sociedad en la que aún hoy muchos basan su toma de decisiones más en la superstición y la opinión que en los hechos y la verdad; en la que la superación definitiva del analfabetismo es aún una meta y la lectura comprensiva un desafío.
Desde esta perspectiva sí tenemos un desafío a plantearnos: ¿Somos una cultura de transmisión oral o escrita? ¿Qué hacemos para erradicar el analfabetismo y facilitar la adquisición de hábitos de lectura comprensiva? ¿Cuáles son nuestros objetivos en materia de comunicaciones y nuestras políticas de acceso?
Si prestamos atención, estos son los parámetros que están utilizando muchas naciones para evaluar su grado de desarrollo. Muchas naciones, incluyendo nuestros vecinos de Latinoamérica.

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