domingo, diciembre 29, 2013

¿Qué entendemos por inclusión social?

Los problemas de suministro eléctrico que estamos sufriendo en este cierre del año 2013 han traído adicionalmente alguna discusión sobre el avance de las políticas inclusivas desarrolladas en los últimos años.
Como un ejemplo de esas políticas hay quienes exhiben estadísticas que indican que en los últimos meses se vendieron 850.000 aparatos de aire acondicionado, que se incrementó la venta de electrodomésticos en general, etc.
En estas circunstancias se me ocurre pensar, ¿qué entendemos por inclusión social? ¿cómo ponderamos, cuáles son los índices que indican inclusión social?
Siguiendo el razonamiento anterior se suele intentar demostrar los procesos de inclusión utilizando cifras, y generalmente cifras referidas al consumo: el incremento en la venta de electrodomésticos, el aumento en la cantidad de vehículos vendidos, la cantidad de personas que viajan a lugares turísticos en sus vacaciones, etc. Mi problema con esto es que no creo que el consumo sea un signo de inclusión social.
Sin dudas que en sociedades capitalistas cuya economía se basa en una lógica de consumo, sus ideólogos pueden considerar los índices de consumo como índices de inclusión social. Si crece el consumo de bienes y servicios esto indica que hay mayor cantidad de población en condiciones de consumir, por lo tanto, es mayor la población que está incluida en el circuito de una economía de producción y consumo.
Inclusión significa así, para algunos, crecimiento del mercado.

Pero creo que el mismo término "inclusión social" debiera hacer referencia a mucho más que esta visión completamente economicista y reductiva de la sociedad. No quiero decir que la capacidad de consumo no pueda ser parte de la mentada inclusión social, pero si lo es, es solo eso, una parte, y a mi juicio la menos importante.
Desde mi perspectiva, la inclusión social comienza por el acceso igualitario a los mejores estándares de educación. Sin educación no hay desarrollo personal, sin desarrollo personal no hay promoción de las personas, y si el propósito último no es colaborar a la promoción y desarrollo personal de cada uno de los ciudadanos, ¿para qué queremos entonces inclusión social?
Además, la educación es la herramienta primaria de los ciudadanos para la defensa de sus derechos y el ejercicio de sus obligaciones.
Comienza por la educación, sin dudas, y sigue por la universalización de otros derechos básicos: acceso igualitario a servicios de salud de alta calidad y última generación; acceso irrestricto a servicios básicos tales como el agua potable, cloacas, electricidad y seguridad; acceso a un trabajo digno que permita ganar el sustento con el propio esfuerzo; posibilidad de acceder a una vivienda digna propia.
Creo que es difícil hablar de inclusión social mientras haya una brecha de calidad entre la educación de gestión pública y la de gestión privada, y mientras porciones importantes de la población en edad escolar no logra terminar la educación media. Por esto es que creo que las políticas de inclusión debieran comenzar por el fortalecimiento y jerarquización de los sistemas públicos de educación y salud a cargo del Estado.
A mi modo de ver, una política de inclusión social debiera tener como objetivo primario que hasta el último ciudadano acceda al sistema de servicios públicos de agua potable, cloacas y electricidad. Debiera asegurar que hasta el más humilde de los ciudadanos viva en un contexto social estable y seguro sin diferencias con los sectores más desarrollados económicamente. Debiera generar las condiciones necesarias para que toda la población económicamente activa tenga la posibilidad de un trabajo digno que le permita desarrollarse económicamente , y con su propio esfuerzo poder aspirar a tener una vivienda igualmente digna (la asistencia del Estado a través de planes sociales y seguros de desempleo es importante como paliativo para situaciones extremas, pero asistencia del Estado no es inclusión social).
Como consecuencia de esto crecerá la capacidad de consumo de los ciudadanos y lo que podríamos llamar su inclusión en el circuito económico de producción y consumo.
Pero el consumo en sí mismo no es un ecualizador social, no asegura igualdad, no garantiza desarrollo y promoción personales. Por el contrario, las sociedades basadas en un planteo consumista tienden a la generar expectativas insatisfechas que engendran violencia, inseguridad y frustración.

Sin dudas que la inclusión social es un objetivo impostergable. Pero no el crecimiento del consumo o la expansión del mercado, sino la posibilidad de acceso igualitario a educación de calidad, salud del mejor nivel, servicios públicos básicos y posibilidades de desarrollo económico basadas en el propio trabajo y esfuerzo.

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