lunes, noviembre 26, 2012

De sectas, registros y leyes

En las últimas semana los sucesos acaecidos en torno a un presunto "pastor" evangélico, su esposa, y una presunta seguidora en la localidad de Coronel Suárez reavivaron el tratamiento del tema "sectas" en los medios de comunicación y los círculos de debate.
Junto con las discusiones en torno a si se trata o no de una secta y del comportamiento de los diferentes actores, se introdujo el debate sobre diferentes proyectos de legislación sobre el tema. Siempre en torno a lo que se podrían llamar "sectas religiosas".
Después de 30 años de seguimiento y reflexión sobre el tema, años en los que yo mismo fui ajustando y modificando algunas posiciones, tengo algunas cosas que decir al respecto.
La primera es que reducir el problema del comportamiento sectario al mundo de lo religioso es (a mi juicio) una reducción indebida del tema que deja muchos grupos y situaciones fuera de la necesaria consideración. El comportamiento sectario y la manipulación coercitiva de las personas se encuentran presentes en grupos con diferentes objetivos y son en todos los casos conductas igualmente nocivas. Los propósitos de estos grupos son de los más variados: políticos, económicos, sociales, religiosos, etc. Si el objeto de preocupación son los efectos nocivos y el aprovechamiento delictivo de estas técnicas, y no la fe religiosa, entonces los proyectos en debate debieran tener ese nivel de amplitud. Sería la mejor garantía de que ninguno de estos proyectos limitará en forma alguna la libertad de expresión religiosa.
Pero lo que más me preocupa es que de la mano del intento de limitar el daño provocado por estos grupos se busca registrar o catalogar a cada grupo. Siempre me he opuesto a la creación de estos registros o catálogos por múltiples propósitos:

  • En principio porque registrar y catalogar grupos no es un mecanismo que garantice que no se cometerán actos delictivos y abusos.
    Desde la perspectiva social la preocupación es limitar la posibilidad de conductas abusivas que restrinjan la libertad, bienes, psicología e integridad de las personas. Estas son conductas individuales que pueden encontrarse aún en el seno de grupos o asociaciones socialmente reconocidos y que no podrían ser catalogados como grupos de características sectarias.
    Lo que en estos casos se desea limitar son los efectos nocivos del comportamiento sectario, y el comportamiento sectario y la manipulación se dan aún en grupos que no llegan a estar estructurados como lo que se suelen llamar sectas e incluso en el seno de agrupaciones socialmente deseables.
  • En segundo lugar, un registro supone una autoridad que defina quiénes deben ingresar en esa lista y quiénes no. ¿Quien detentaría semejante autoridad? ¿Cuál sería el criterio para definir claramente cuáles son los límites de ese registro?
    Al día de hoy no hay consenso entre los especialistas (psicólogos, sociólogos, teólogos, etc.) para lograr una definición clara de lo que suele llamarse "secta". Menos aún al momento de aplicar alguna de las definiciones existentes a algunos grupos en concreto. Si no hay consenso entre los que estudian el tema, ¿puede arriesgarse la elaboración de una definición jurídica que no se convierta en un pendón infamante para grupos o actividades legítimos?
    Por otra parte, ¿puede dejarse en manos de un funcionario la decisión de aplicar esta denominación a un grupo y no a otro?
    Siempre he sostenido que hay acciones que escapan a la competencia del Estado, y creo que esta es una de ellas.
Esto no significa que no esté convencido que es necesario atender a estos fenómenos, salvaguardar la libertad de los ciudadanos y castigar los comportamientos delictivos. Pero creo que esto es posible hacerlo sin la necesidad de un registro; es más, creo que la elaboración de cualquier registro o lista sin solucionar los puntos que voy a mencionar a continuación es absolutamente ineficaz.
Hay múltiples puntos grises que es necesario clarificar para poder limitar situaciones como la de Coronel Suárez y muchas otras que ocurren a diario y no alcanzan la primera plana de los diarios. Algunos de esos puntos son:

  • Es necesario reglamentar el trabajo voluntario.
    En la actualidad el trabajo voluntario está dejado a la libre interpretación de quienes lo requieren. La persona trabaja, brinda su tiempo, capacidad, esfuerzo e integridad física a la organización y la organización no tiene ninguna obligación hacia la persona.
    Personalmente creo que es lo que permite que algunos grupos conviertan el voluntariado en una forma encubierta de trabajo esclavo. Si la organización que recibe la donación del salario no formaliza de alguna manera su relación con el voluntario, éste está absolutamente indefenso ante la posibilidad del abuso: se da lugar al llamado "trabajo en negro" encubierto, se abre la posibilidad del aprovechamiento del trabajo voluntario con objetivos ajenos a los de la organización, y no protege los derechos básicos del voluntario tales como recibir la capacitación y herramientas necesarias para desarrollar su tarea, o la asistencia en caso de accidente o enfermedad.
    Si el trabajo voluntario fuera debidamente reglamentado, muchas de estas organizaciones que crecen de la mano del trabajo voluntario de muchos de sus miembros quedarían expuestas a una acción civil o penal. No es posible que un grupo religioso abuse (con o sin consentimiento) de sus feligreses para vender elementos por la calle o realizar tareas de mantenimiento en la casa del líder sin asumir responsabilidad alguna respecto del voluntario.
  • Creo que también es necesario perfeccionar los conceptos de donación y exención impositiva.
    En este momento el líder de cualquier grupo religioso o de acción social puede recibir donaciones sin ningún control y sin que generen ningún tipo de obligación o carga respecto del Estado.
    Un feligrés vende sus bienes y entrega el producto de esa venta a su líder sin que esto deje ningún registro ni genere ninguna obligación o gravamen en quién lo recibe. Los esquemas de exenciones impositivas hacen esto totalmente viable e inevitablemente abusivo.
    Si por el contrario se eliminaran o limitaran severamente los regímenes de exención impositiva y se reglamentara la posibilidad de recibir donaciones, el atractivo que ofrecen los grupos religiosos o sociales para ser utilizados como máscaras para el despliegue de sistemas de recaudación al margen del régimen impositivo estatal se vería grandemente reducido.
    Pero hoy la inclusión en un régimen de exención posibilita el desarrollo de actividades económicas y de acumulación de riqueza con total impunidad y sin ningún control.
  • En la actualidad, cuando nos encontramos ante una conducta o actividad delictiva ejercida por alguno de estos grupos la principal defensa es la de la creencia religiosa.
    No fue el líder del grupo el que abusó de la libertad de las personas y las sometió a su antojo, sino las personas las que libremente cedieron su libertad porque reconocen su supremacía espiritual. Y esto se presenta como un ejercicio de la libertad de culto y por lo tanto una excusa o atenuante.
    Creo que se debe legislar por el contrario. Quién asume o acepta el liderazgo en un grupo asume y acepta el ejercicio de una responsabilidad en función del bien de ese grupo y de la sociedad en la que ese grupo está inserto. Por lo tanto tiene un grado de responsabilidad mayor respecto de la acción de quienes aceptan vivir bajo su conducción.
    El argumento de que nadie los obligó porque ellos eligieron libremente es falaz. Una relación líder / seguidor, pastor / feligrés, etc., no es una relación de iguales. Es una relación en la que una de sus partes (el seguidor o feligrés) suspende el juicio crítico y acepta la autoridad del líder o pastor. Por lo tanto ve los deseos del líder como una obligación a cumplir, las propuestas del pastor como una orden que debe ejecutarse.
    Quien asume el liderazgo debe constituirse también en custodio de la libertad de sus seguidores. Si en lugar de cuidar la madurez y libertad de las decisiones de sus feligreses se convierte en un conductor omnipotente de los mismos abusa de una posición claramente dominante y por lo tanto es doblemente responsable. La posición de liderazgo es un agravante de la responsabilidad, no excusa sino que eleva el nivel de responsabilidad.
    Y esto es particularmente grave cuando se trata de grupos con objetivos religiosos, ya que la fe religiosa por definición suspende el juicio racional para aceptar el dictado superior que se presenta como obligación de fe. De este modo el creyente queda particularmente expuesto e indefenso ante la posibilidad de abuso de esa posición, y por lo tanto la comisión de cualquier tipo de abuso es especialmente grave.
  • Por este problema y muchos otros que afectan nuestra sociedad, es imperativo revisar nuestro sistema educativo para educar para la libertad y el discernimiento crítico.
    El crecimiento de la credulidad (en cualquiera de los niveles sociales) y la incapacidad para discernir críticamente las afirmaciones que se reciben son la manifestación de un sistema educativo que a perdido el rumbo y no brinda estructuras de pensamiento racional, sino que por el contrario deja a los ciudadanos librados a la influencia de la propaganda sin posibilidad de filtrado alguno.
    De nada sirve hacer un catálogo de mentiras. Es fundamental que las personas puedan discernir la verdad. Quien escribe el catálogo de mentiras tiene en su mano la llave del pensamiento de los demás, quien enseña a discernir le da a cada uno la llave de su propia libertad.
Sin duda que la catalogación, el etiquetado y el censado son una de las tentaciones de la humanidad. Siempre hemos tendido a realizar listas abarcativas que nos dan la sensación de que al registrar controlamos.
Pero es una tentación vana. La realidad (y la realidad social más aún) evade permanentemente listas y catálogos pues es infinitamente más rica que la posibilidad racional de etiquetar.
La responsabilidad es educar para que cada uno tenga la libertad de elaborar su propio catálogo o adhiera libremente al elaborado por otro.
Pero el catálogo no es la solución. La respuesta que debemos dar como sociedad es cómo limitamos y castigamos a quiénes abusan de la confianza que otros depositan en ellos.

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