domingo, septiembre 08, 2013

Golpistas

Desde hace tiempo en Argentina se viene hablando del "golpismo" y de "golpes institucionales" o semejantes.
La verdad es que en Argentina, como en muchos otros países de la Región, durante el siglo 20 se forjó una larga y dolorosa trayectoria de rupturas del orden institucional a las que denominamos "golpes". En términos estrictos, se dio la denominación de golpe a la alteración o ruptura del orden institucional de la Nación, sea a manos de militares como de civiles.
Los estados modernos asientan su orden institucional en un acuerdo nacional que recibe el nombre de "Constitución". La Constitución es la ley fundamental de la Nación en la que se establecen los acuerdos básicos para el gobierno del Estado, y la convivencia y participación de los ciudadanos. En el caso de Argentina, contamos con una Constitución Nacional aprobada en el año 1853 y luego reformada en 1994. Esta es la ley fundamental que rige el funcionamiento del Estado y demás instituciones.
Los así llamados "golpes" son movimientos que buscan alcanzar el ejercicio del poder rompiendo el orden constitucional y alterando el normal funcionamiento de las instituciones del Estado. No importa el motivo, mecanismo o consenso que alcance dicho movimiento; si opera al margen del orden constitucional se trata de un "golpe" y sus adherentes reciben el mote de "golpistas".
Pero cuidado. Si aceptamos estas premisas no cualquier discenso, disconformidad, protesta, oposición o acto de rebeldía es un golpe. El discenso, la disconformidad y la oposición también pueden darse dentro del ámbito de las instituciones. De hecho las instituciones de la República prevén mecanismos extraordinarios para la remoción de sus autoridades; apelar a esos mecanismos de modo lícito no puede ser considerado como un "golpe" ya que se encuentra dentro de lo previsto en la Constitución. Es más, estos mecanismos tienen un propósito muy importante: recordar que el ejercicio de la autoridad es un poder delegado, que tiene reglas y alcances limitados en su ejercicios, y que en ningún caso es una delegación sin condiciones.
Si olvidamos que en un Estado moderno el ejercicio del poder no es absoluto, sino que se da en el contexto de un orden institucional previamente acordado, nuestro concepto de "golpista" se vería enfrentado situaciones históricas difíciles de responder. 
¿Nuestro Cabildo de Mayo de 1810 fue un acto golpista? Yo creo que no, que fue un acto legítimo de soberanía del pueblo. Pero si lo miramos con las anteojeras de los tiempos que corren, con este nuevo concepto de "golpe", habría que considerarlo como un golpe institucional contra la autoridad del Virrey, el cual fue destituido por el Cabildo. De este modo convertiríamos a nuestros próceres de Mayo en golpistas conjurados, y con ellos a Saavedra, San Martín y Belgrano en los jefes militares del movimiento golpista. 
Creo que ningún argentino equipararía el Cabildo Abierto del 2 de Mayo al derrocamiento de Irigoyen, la Revolución Libertadora o el Proceso de Reorganización Nacional.
Ahora que, si consideramos que el ejercicio del poder es un derecho absoluto, y confundimos a la persona que lo ejerce con la institución, entonces sí cabría hablar de golpistas; aunque en recto castellano deberían recibir el nombre de "conjurados", como en la época de las monarquías absolutas.
Por todo esto, creo que la única óptica desde la cual se puede hablar de golpe es desde la de la ruptura de la institucionalidad. No importa la ideología o simpatía que pueda despertarnos un movimiento u otro. No sólo hay golpistas de derecha, los hay de todos los signos políticos. No son golpistas unos y simpáticos rebeldes los otros. 
Cuando de altera el normal funcionamiento de las instituciones violando el orden constitucional, estamos ante un golpe o un intento de tal; pero si a lo que asistimos es al discenso, al intercambio de diferentes ópticas, incluso a la búsqueda del ejercicio del poder (qué otra cosa si no es postularse como candidato en elecciones), dentro del marco establecido por la Constitución Nacional, entonces se trata simplemente del ejercicio de la libertad republicana en el marco de las instituciones.
Debemos cuidar nuestro vocabulario, y mucho más debiera hacerlo nuestra clase política. Tildar livianamente de "golpe" a cualquier tendencia circunstancial, no hace más que vanalizar la lucha de quienes durante años, muchas veces desde el silencio público y a riesgo de sus propias vidas, trabajaron para que hoy, después de 30 años de ejercicio institucional, podamos discutir estos temas.

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