viernes, marzo 13, 2015

¿Feriado o turismo?

Las fiestas o feriados tienen un origen religioso. Son un rasgo común a todas las culturas a través de los tiempos y en cualquier geografía.
Según Mircea Eliade las fiestas tiene un origen religioso y cumple un rol esencial en el desarrollo de los pueblos y las personalidades, pues constituyen los momentos en los que un pueblo recupera su curso y fortaleza iniciales para poder afrontar adecuadamente la realidad de todos los días. En la visión de Eliade, la rutina diaria produce desgaste y lleva a los hombres a perder de vista los objetivos fundacionales. La fiesta busca recuperar el cauce, poner nuevamente en contacto a las personas con esos objetivos fundacionales para recuperar la fuerza y el impulso inicial, corregir el camino y seguir avanzando.
Las naciones contemporáneas incorporaron el concepto religioso de la fiesta y lo secularizaron en las fiestas nacionales. En ellas se supone que el pueblo se detiene de su tarea diaria, rutinaria y desgastante para reencontrarse con los valores fundacionales de la Nación, reflexionar y volver a poner la mirada en el objetivo común.
De esta manera, el feriado del Día de la Independencia no es en sí mismo un día de descanso, sino un día necesario para que un pueblo recupere sus valores fundacionales, reflexione sobre los mismos, corrija las desviaciones y se proyecte hacia el futuro.
No es un tiempo destinado a "no hacer nada". Todo lo contrario, es el tiempo reservado para lo más importante: recuperar la frescura primigenia de la Patria y fortalecer los objetivos fundacionales. Por eso, celebrar el aniversario de la Declaración de la Independencia, por ejemplo, no es recordar hechos anecdóticos o datos estadísticos, vestir la escarapela y cantar el Himno; menos aún es tener tiempo para descansar o hacer turismo. Celebrar el aniversario de la Declaración de la Independencia de una Nación tiene como propósito ponerse de nuevo en contacto con los ideales fundacionales de la Patria para revisar lo hecho, corregir el rumbo y retomar la búsqueda de los objetivos comunes.
Desafortunadamente en muchos de nuestros países el turismo ha devorado los feriados.
Los ciudadanos ya no utilizan los feriados para la recuperación de los valores patrios, sino para descansar, relajarse, hacer turismo. Así aparecen los "feriados puente" que no hacen más que extender ese concepto de turismo desde un día inicialmente festivo a otro adyacente para prolongar la supuesta fiesta.
Paralelamente, las autoridades ya no realzan el significado de los feriados incentivando a la reflexión y reflexionando ellos mismos sobre el rumbo de la Patria; sino que se diluyen en el auge turístico y se abocan a acompañar ese clima de relajación.
El resultado es lo que preocupa: poco a poco las personas van perdiendo los marcos de referencia. Las generaciones jóvenes no sólo no saben por qué un día es feriado; lo peor es que desconocen los valores e ideales que se representaban en ese día. Los mayores, se sienten perdidos y aislados, porque cada vez menos comparten con el resto de la sociedad, valores, objetivos y recuerdos. Los inmigrantes no llegan a integrarse en la sociedad, porque esa sociedad no les propone su propia historia, sus propios valores y objetivos para que los adopten en la tierra que los recibió.
Nos alegramos por el auge del turismo, por el movimiento económico que eso provoca, pero no vemos cómo nos vamos disgregando. 
De alguna manera estamos vendiendo la Patria a cambio del incremento de la actividad de un sector.

Permítaseme un ejemplo.
En Argentina nos acercamos a dos fechas significativas en el calendario de fines del siglo XX: el 24 de marzo, que recuerda el aniversario del último golpe militar; el 2 de abril, que recuerda la gesta de Malvinas.
Si aprovecháramos el feriado para recuperar nuestra historia y aprender de ella, nuestras generaciones jóvenes podrían aprender algo que desafortunadamente muchos ignoran: los matices.
Aunque son sucesos próximos en el tiempo, ya son pocos los que recuerdan (entre los menores de 30 años), que en Argentina existió el servicio militar obligatorio. En esos años, todos los varones al cumplir primero veintiuno y luego dieciocho años, estábamos obligados a prestar servicio en una de las tres fuerzas armadas. No era una vocación, sino un servicio a la Nación (más allá de las valoraciones que pudiéramos hacer de ese servicio).
Esos soldados conscriptos, no voluntarios, no vocacionales, son los que se ven con simpatía como grandes actores en el conflicto de Malvinas en el que debieron apostar su vida sin que mediara ninguna opción de su parte. Y lo hicieron, y lo hicieron con valor, y de este modo ganaron el título de Héroes de Malvinas junto a muchos oficiales y suboficiales que sí habían elegido esa tarea como su vocación.
Muchos son también los que ya no recuerdan que ese servicio militar obligatorio se eliminó como resultado de un suceso muy triste que fue la muerte de un conscripto, el soldado Carrasco. Una causa que conmocionó a la Argentina en ese momento y que nos obligó a enfrentar algo que ya todos sabíamos pero no queríamos afrontar: el abuso al que eran sometidos los soldados conscriptos durante su servicio militar obligatorio. Esos mismos soldados que también fueron a Malvinas.
Tampoco se recuerda que durante la década de los setenta en Argentina, sea con gobiernos constitucionales o de facto, muchos de esos conscriptos murieron a manos de la guerrilla. Soldados de igual categoría y estrato social que los que fueron a Malvinas. En un caso se acepta su muerte como un hecho inevitable (y desafortunadamente nadie los recuerda ni los reconoce), en el otro se los exalta como héroes. En ambos casos, derramaron su sangre a manos de otros.
Los matices existen en todo, porque somos humanos. Existen en las clases sociales, en los oficios, en las profesiones, en la historia, en la propia vida de cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros es por momentos héroe y por momentos villano, por momentos generoso y por momentos egoísta. Pero son los momentos de heroísmo y de generosidad los que construyen la Patria y los que rescatamos.
Quizás, si aprovecháramos los feriados para recuperar nuestros valores fundacionales y reflexionar, en lugar de dedicarlos exclusivamente a descansar; si en lugar de días sin clase fueran días en los que se concurriera a la escuela para destacar los valores de cada fecha; si nuestra dirigencia los aprovechara para exaltar a quienes construyeron y construyen la Patria y no para contar los turistas que pasan por los peajes de la autopista; quizás, el futuro de nuestra Patria pudiera ser mucho mejor.

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