domingo, mayo 16, 2010

Invictus, el poema

Durante el último viaje tuve oportunidad de ver la película Invictus.
Más que la película en sí misma, me impactó la fuerza de Mandela para llevar adelante una idea madre: la necesidad de que una nación marcada por el dolor se construya desde la unidad sin exclusiones, una unidad que no es uniformidad sino coincidencia más allá de las diferencias. Su negación a la revancha y la venganza después del dolor y el sufrimiento; su afirmación de la necesidad de la superación en la reconciliación me impactaron, no las conocía.
Revisé, porque en definitiva no deja de ser una realidad novelada, y entonces me encontré con que mucho de lo que se cuenta es cierto. Luego de un pasado de rebelión que incluyó el uso de la violencia, y 27 años de prisión en condiciones que no queremos para el peor de los criminales en nuestras cárceles, él fue liberado y regresó con un mensaje de superación de esa realidad contra la que él mismo se había rebelado.
Entonces quise conocer el poema que se refiere en la película y que le da el título: "Invictus".
Es un poema de William Ernest Henley, poeta inglés nacido en Gloucester en 1849 y muerto en 1903... esto también me impresionó: su motivación vino de un inglés... 
Este es el poema:


Out of the night that covers me,
Black as the Pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul. -
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed. -
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds, and shall find me, unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate;
I am the captain of my soul. 



Y una versión en castellano:


Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.