jueves, junio 24, 2010

Otra forma de "leer" Mayo

Vivimos tiempos de mucha aceleración. Hace poco más de un mes los argentinos conmemorábamos los 200 años del 25 de mayo de 1810.
Desafortunadamente ha pasado a la memoria con la misma velocidad con lo que pasó el estreno de Avatar y ahora ya estamos con nuestra atención en muchas otras cosas. El Mundial, si, pero también muchas otras.
Esta velocidad o vértigo histórico no nos permite beneficiarnos de lo que, a mi juicio, es lo más importante de la historia: la posibilidad de reflexionar sobre el pasado para interpretar el presente y soñar nuestro futuro.
Por esto quiero permitirme una lectura personal de lo que creo que nos puede enseñar Mayo.
Mucho se ha hablado. Se habló hasta el cansancio... hace un mes y luego nunca más. Pero la mayor parte de los discursos que escuché son una apelación a la emoción para después volcar esa emoción sobre una interpretación parcial de nuestro presente. Por eso quise pensar más que escuchar.
Puede que me equivoque, pero al intentar leer en algo el Mayo Argentino me encuentro insistentemente con sus figuras: Saavedra, Paso, Moreno, Belgrano... y muchos otros. Y cada una de estas figuras me muestra una faceta o aspecto parcial del Buenos Aires de hace 200 años: los monárquicos y los republicanos, los más conservadores y los más renovadores, los militares, los profesionales, los comerciantes y los simples ciudadanos. Y al repasar me encuentro que por aquellos años el insulto no era pertenecer a cualquiera de estas parcialidades que luego conformaron la República. El insulto era "cipayo", es decir, responder a intereses diferentes a los de la Patria.
Y si sigo mirando un poco más en la película de nuestra historia, encuentro que los problemas comenzaron cuando olvidamos que la Argentina es el resultado de la unión de los diversos, para intentar "limpiar" nuestra sociedad de los que cada uno consideraba como sus diferentes. Y entonces surgen los momentos más oscuros de nuestra historia: el fusilamiento de Dorrego, los años de la anarquía, la Mazorca, las guerras de los caudillos, el exilio de San Martín.
Y me preocupa que no sepamos "leer" esta historia para interpretar nuestro presente. La Argentina sigue siendo una conjunción de parcialidades: partidarios de la izquierda y de la derecha, conservadores y progresistas, militares y civiles, industriales, comerciantes, gremialistas y piqueteros, pueblo y gobernantes.
Si no sabemos priorizar la unidad por sobre las posiciones particulares, entonces seguiremos escribiendo capítulos oscuros de nuestra historia (los hay algunos más negros, pero no por grises los otros dejan de ser oscuros).
Si seguimos considerando que las diferencias nos separan y no nos enriquecen, y por lo tanto las utilizamos como acusaciones o insultos, no somos capaces de construir la unidad. Unidad no es uniformidad, unidad no es conjunción de los que son necesariamente iguales. Si lo que procuramos es eliminar al diferente, sea del sector que sea, entonces, queriéndolo o sin querer... estamos sirviendo a los intereses cipayos.

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